"Un Esclavo de África" por Frank H. Wadsworth


Uno de nuestros árboles llegó del oeste de África. Mientras todavía estaba en su hogar natal aprendió tanto que se volvió aguzado. Aprendió que el sol produce su alimento y adelanta su crecimiento hasta por encima de los otros árboles, asegurando la satisfacción del hambre de todas sus células. Aprendió que mientras más vistosas sus flores más atraían los pájaros para la polinización. Aprendió que sus propios hijos no suben debajo de la sombra de sus padres, pero al ponerle alas a sus semillas vuelan lejos de esta sombra a sitios más provechosos para su desarrollo. Aprendió que sus copas atraían a los pájaros y estos traían semillas como uvas de árboles nativos que toleran su sombra, germinan y aseguran la continuación del bosque. Notó que a sus compañeros en África los cortaban para explotar su madera, pero dejaron crecer árboles con madera fofa e inútil. ¿Todos estos logros los explica simplemente Darwin con su teoría de evolución? ¿Sin inteligencia alguna? ¿Que otras plantas aprendieron todo esto?

La decisión de venir a Puerto Rico no parece del pobre árbol. No hay evidencia de que se sentía infeliz en África. Aún el valor ornamental, que fue lo que lo trajo a Puerto Rico, solo se hizo el árbol para los pájaros, no para nosotros. A pesar de esto en Puerto Rico este árbol se encontró muy a gusto: terrenos vastos sin árboles, lluvias abundantes y la agricultura en un estado de abandono. Este árbol no solo reforestaba más que ninguna otra especie, sino atraían las aves con semillas de especies que crecían bajo su sombra más rápidamente que aquellos en los claros sin su protección.

Lejos de su país natal, concedido solo suelos gastados, toda esta reforestación sin señales de apreciación humana, cualifica este árbol como un esclavo ejemplar. Al morir de viejos con solamente árboles puertorriqueños debajo, como si conocían nuestra opinión, retirarán de la escena de los bosques que han creado en el campo de Puerto Rico. Quedarán pocos de estos árboles en las orillas como centinelas, por si acaso, pendientes de cualquier terreno que se abandone, como dice su lema: que lo deforestado hay que reforestarlo. ¿Todavía les parece que este pobre esclavo no tiene inteligencia y que no nos ha hecho un favor grandísimo? ¿No debemos por lo menos tolerar los tulipanes que son admirados solamente por los turistas?

Frank H. Wadsworth